シャワー [PRV]

Tenía al menos un par de semanas que sus negocios le habían quitado completamente el tiempo para descansar; había cogido una rutina que le obligaba a despertar cerca de las ocho de la mañana y regresar a su residencia era algo que ocurría hasta entrada la media noche.

Definitivamente eso era algo que lamentaba, una porque ya estaba algo estresado de aquel trabajo y de ir a resolver problemas que sus subordinados no eran capaces de resolver por su cuenta y otra, porque no había tenido tiempo de << disfrutar >> su más reciente adquisición.
Ya había pasado casi un mes desde que tomó como suya a una de las mascotas del club y si había estado dos o tres horas diarias con él, era mucho. Sin duda ansiaba un tiempo tanto para descansar, como para dedicarle a él un poco de tiempo, ya que, al vivir en una residencia de la que él mismo se hacía cargo, sin contar con sirvientes o algo por el estilo, debía dejarle solo —desde hacia esas dos semanas— completamente solo; por supuesto —al tenerle ya bastante cariño al joven cachorro— eso era algo que le causaba cierta frustración y sin duda, esperaba el momento adecuado para darse un respiro y reponer al menos algo de aquel descuido donde le tenía.

El sábado por la noche, de esa semana que transcurría, se enteró que el líder con quien tenía más cercanía, volvería de un viaje fuera de la ciudad; quizá eso no significaba mucho dentro de su grupo, pero para él en lo personal, significaba una buena oportunidad para pedir un tiempo fuera de sus actividades. No perdió tiempo en llamarle para solicitar un encuentro y para su fortuna, esa misma noche se encontraría con él en el club. Al punto de las diez de la noche se encontró con Natsuka directamente en su oficina y tras una amena conversación, solicitó el permiso que le fue concedido casi automáticamente. Aquello fue un alivio y por suerte, podría hacer uso de sus días libres desde ya. Sin duda salió más que satisfecho del club y, aunque la reunión se prolongó con la plática, y llegara a casa cerca de las dos de la madruga, por supuesto que aprovecharía desde el siguiente día está completamente libre.

Al llegar a casa, antes de ir directamente a su habitación para dormir, se aventuró a la alcoba de Mitsu, eso claro sin perturbar su sueño ni nada por el estilo, únicamente se posicionó al lado de su cama y acercó una de sus manos para dejar algunas caricias sobre sus cabellos y orejas; una ligera sonrisa le atravesó los labios y tras dejar un pequeño roce de sus dedos en la mejilla del rubio, regresó a su habitación para dormir.
Durmió escasa cinco horas, su plan para ese día definitivamente debía comenzar desde temprano, más que nada porque él en si esta algo ansioso, así que en punto de las siete de la mañana, ya estaba dándose un baño. Al salir de la ducha, se atavió con ropas cómodas para andar en casa: se puso una camiseta blanca y sin mangas y el pantalón de un pants deportivo en color negro; ató sus largos cabellos en una coleta que le quedaba del lado derecho dejando que esas hebras azabaches descansaran sobre el hombro del mismo hemisferio.

Una vez que se puso cómodo, se apresuró hacia la habitación del rubio y, furtivamente, se coló hasta el baño personal del cuarto. Preparó un baño caliente y con algo de espuma en la tina y una vez que estuvo listo, volvió a donde se encontraba el lecho del cachorro para despertarle. Se acuclilló al lado de la cama, justo a la altura donde el joven reposaba la cabeza y sobre ella, posó una de sus manos para comenzar a acariciarle nuevamente los cabellos y orejas. Así duró un largo instante y al no ver alguna reacción por parte del rubio para abrir los ojos, se acercó con una ligera sonrisa hasta una de sus orejas —misma que acariciaba a la vez con sus dedos— y ahí susurró:

—Es hora de tomar un baño, cachorro. — Tras dejar un pequeño beso entre los cabellos del rubio volvió a alejarse y se quedó en espera del despertar de éste, dedicándole una amena sonrisa.

Sus ojos contemplaron con suma atención el despertar de su cachorro y entre gesto y gesto de éste, una sonrisa nueva y aderezada de terneza se instalaba amplia en sus labios. Definitivamente entre ese tipo de ademanes y costumbres estaba una de las muchas razones del porqué le había comprado; no había sido un cliente muy asiduo y pocas eran las veces que intimaba con alguna otra mascota, pero sin duda aquel rubio tenía algo que logró engancharle desde las primeras veces que se topó con él.

—Buenos días —musitó dejando de lado aquellas vagas reflexiones —sacado de ellas más que nada por el beso que entregó el rubio al que respondió sin duda y con clara entrega— y fue irguiéndose hasta estar completamente de pie—. ¿Has dormido bien? —inquirió dejando, de momento, la cuestión de su interlocutor de lado y se acercó al mismo tiempo que se erguía de nuevo.

Sus manos fueron a posarse en la cintura del rubio y no tardaron en deslizarse por esa estrecha curva en busca de que sus brazos ensortijaran el cuerpo ajeno; una vez hecho volvió a enderezarse, cargando al más bajo con su firme agarre y se aseguró de que éste se le sostuviera por cadera.

—Y bueno, me pareció que, lo mejor que debía hacer para reponer el tiempo que no pude estar contigo, era iniciar el día dándote un baño—explicó con calma y terminó por entrelazar sus propias manos a la altura de la espalda baja ajena; le presionaba con cierta fuerza hacia sí, mientras emprendía un paso parsimonioso por la estancia en dirección  al baño—. Después de eso saldremos, te llevaré a dar un paseo y a algún sitio que sea de tu agrado. —Llevaba su frente casi sobre la ajena, hablando con suavidad mientras miraba a  Mitsu directamente a los ojos, dedicándole enteramente esa sonrisa cargada de ternura hacia él.

Atravesó la puerta del baño con el cachorro en brazos y dirigió el paso hacia un banquillo que se encontraba frente al tocador.

—¿Te parece? O si quieres también podemos quedarnos aquí en casa. — Dejó a Mitsu sentado sobre el banquillo y fue colocándose nuevamente en cuclillas mientras daba una tarea nueva a sus manos: comenzó a abrir los botones de la camisa que llevaba el rubio para dormir; iba con calma, dándose un tiempo botón a botón y al mismo tiempo, le miraba, absorto en aquellos garzos iris del contrario—. Preparamos algo para el desayuno y volvemos a la cama hasta que sea hora de comer ¿Qué dices? —Cuestionó al momento que terminaba de abrir la camisa ajena  y llevó sus manos a deslizar la prenda por la extensión de los brazos de su dueño; sus dedos rosaban la piel tibia y cuando la prenda terminó por caer al suelo, nuevamente sus brazos ovillaron la sinuosa cintura del contrario.

Esta vez manipuló el cuerpo ajeno para ponerle de pie sobre el banquillo, dejando que el rostro del pelinegro quedara justo a la altura del pecho de Mitsu a quien miró a los ojos desde aquella altura. Los pulgares de sus manos se engancharon inmediatamente de los dobladillos de sus prendas restantes: pantalón e interiores y sosegadamente, fueron arrastrándoles por las curvilíneas piernas del menor.

—Te extrañé mucho—dijo sin poder evitarlo, susurrando sobre el pecho de Mitsu donde enseguida dejó un furtivo beso. Sus manos alcanzaron a arrastrar la ropa ajena hasta las rodillas y dejaron que el peso de estas terminara por hacerles caer hasta los tobillos. Se alejó un poco, lo suficiente para que el cuerpo completamente desnudo del rubio entrara en la percepción de su vista y se quedó un largo instante mirándole de esa manera invitándole posteriormente a llevarle de nuevo en brazos al extender estos hacia él.