Compra ~Gackt~ PRIV

Hacía ya varios días que meditaba en hacer o no, aquello. Pero justamente esa noche, a las pocas horas de que se abriese el club había tomado una decisión; se alistó como casi todos los días llevando un pantalón de mezclilla oscuro, acompañado de una blusa negra y un saco del mismo color, su cabello suelto y unas botas que había dejado por fuera de su pantalón terminaban su atuendo.
Salió de casa y se dirigió al sitio tan rápido como pudo puesto que no quería que le ganasen aquella oportunidad.
Tardó apenas escasos 20 minutos en llegar al lugar y tras cuestionar al chico de la entrada sobre uno de los dueños, éste de inmediato le indicó quién era el que estaba presente, en realidad no necesitaba demasiadas indicaciones, puesto que sabía que las oficinas estaban situadas en el tercer piso. Subió con calma las escales luego de haber recorrido el lugar y no observar a ese felino pelinegro que venía observando desde hacía varios días.

Llegó a ese pequeño recibidor y al notar este vacío caminó con calma por el pasillo central hasta encontrar esa puerta por la que salía apenas una línea de luz que le indicaba había llegado ; elevó su mano izquierda y golpeó con firmeza aquella puerta, para luego quedarse esperando cualquier respuesta del dueño de aquella oficina.

Cuando sus ojos vislumbraron la hora en aquel pequeño reloj que colgaba de una de las paredes de su oficina, se dio cuenta que llevaba dos horas completamente absorto en los documentos que organizaba. Su frente se arrugó y al darse cuenta de aquel tiempo que se le pasó desapercibido, resintió el aburrimiento, la sed y claro una pequeña tensión que le dejó un dolor en el cuello. Se irguió en su asiento  y se estiró a sus anchas antes de decidirse a ponerse de píe; salió de su oficina, dispuesto a dirigirse al bar del club para armarse con una botella de whisky y un cubo de hielos; sí bien,  pudo haber llamado a cualquiera para que le sirviera, pero no estaba tan antojado de compañía por el momento así que, cuando hubo llegado al bar y pedido que le llevaran aquello, estaba decidido a volver a su oficina para acabar con los pendientes de aquella noche.

Subió con calma las escaleras, mientras observaba la botella de licor, saboreando ya el robusto sabor de esta, cuando al alzar la mirada, al momento que llegaba al último escalón, atisbó la sinuosa figura de una fémina frente a su puerta. Ladeó el rostro, preguntándose internamente el porqué de su visita y siguió avanzando, solo que con más sigilo, evitando que la muchacha se diera cuenta de que se acercaba.

Al estar a una buena distancia, se agachó, dejando la botella en el suelo y con esa misma mano ahora libre, tomó un pequeño hielo del cubo; se acercó a la chica, hasta que su rostro quedara paralelo al de ella y entonces, susurró divertido:

—¿Se te ofrece algo? —Con eso, daba por hecho el atraer la atención de la mujer hacia donde estaba su propio rostro y, valiéndose de eso, deslizó su mano hacia el lado contrario de la cabeza ajena en donde, con un breve vistazo de soslayo, dejó caer aquel hielo, que siguió su curso rápidamente, deslizándose por la clavícula de la muchacha hasta perderse a mitad de su escote, en la hendidura que formaban sus pechos.

Echó una breve risa con aquella reacción por parte de la muchacha a quien ubicó tras que ésta se girara dejándole ver entonces su rostro; había pocas mujeres dentro de ese grupo de cabecillas que tenía para manejar los negocios de alto rango, así que le era más fácil recordar los rostros de las mujeres —dos únicamente— que el de todos los demás jefes de la mafia.

Su frente se había arrugado al sentir el frío sobre sus labios y como no se había molestado en abrir estos siquiera, aquella humedad comenzó a resbalar por su mentón, lugar donde percibió por ultimo aquel roce iniciado —para su descontento— por la castaña. Chasqueó la lengua y llevó el dorso de su diestra a limpiar el vestigio de agua que había  corrido por su mentón y posteriormente, se inclinó a coger la botella de whisky.

—Quien sabe —espetó—, yo puedo ser un hombre de negocios, pero no puedes asegurar que me fascinen todos… —esbozó una pequeña sonrisa sardónica y con un deje altivo aderezando su mirada, desvió esta hacia la puerta.

—Como quieras… —dijo desdeñoso y abrió la puerta para darse paso dentro de su oficina. Avanzó por el lugar hasta regresar a su escritorio, dejando en segundo plano a la castaña, concentrándose únicamente en retomar su asiento y servirse enseguida un vaso de aquel licor. Se sentó a sus anchas y en aquel vaso con whisky, arrojó un par de hielos; meneó el licor en el vaso y enseguida lo empinó en sus labios para darle un prolongado trago mientras dirigía su mirada hacia la puerta, para atisbar por mera inercia si la joven había entrado o no.