Amphetamine [PRIV.]

Pronto ambos lograron perderse de aquel ambiente lleno de luces y ruido, y claro, de gente, para ir adentrándose a las habitaciones de las mascotas. Él por su parte continuaba siguiendo al otro con sumisión, llevando apenas su mirada a pasearse por las puertas que iba dejando atrás en el camino por ese amplio pasillo que sucumbía hacia otros más por los alrededores dentro de lo que era la inmensidad del recinto. Su cola ondeaba a sus espaldas con calma aún cuando su cuerpo se exigiera el no perderse en el rápido y decidido caminar del otro para evitar cualquier otro jalón imprevisto de esa correa de cuero.

Sus divagaciones en la nada prontamente se esfumaron una vez notó que las pisadas frente a sí culminaban. Su rostro se alzó a atisbar la puerta de su habitación casi con sorpresa al no haberlo siquiera y notado. Un regaño interior vino a criticar su torpeza en aquel lapsus en el que el otro abría la puerta para cerrarla más tarde tras ambos.  

Él mismo reconocía no estar deseando enteramente su premio, así como tampoco o consideraba como un algo despreciable, simplemente se mantenía al margen de lo que había decidido hacía un momento atrás: obedecer correctamente a sus peticiones esta vez, en honor a ese respeto que el otro se había ganado de su parte; un respeto que le infundió sin duda a través del temor. Si algo bueno podía conseguir de ese pelinegro si es que lo hacía correctamente sería bienvenido siempre, más cuando eso sólo se podría traducir en algo placentero. Confiaría en su palabra.

Su habitación estaba tal cual la había dejado antes de salir a su trabajo: la puerta del baño abierta con las toallas posiblemente aún húmedas tras la ducha que había tomado, el armario entreabierto, su perfume invadiendo copiosamente el ambiente y con el frasco del mismo sobre el velador, las cortinas y la ventana abierta de par en par apenas brindándole la luminosidad de la luna y los focos exteriores a la habitación.
Su cuerpo comenzaba a enfriarse prontamente a causa del viento que se filtraba con abundancia desde la ventana, mas no fue capaz de abandonar su postura bajo esa conciencia de la orden ajena, limitándose a una simple mirada expectante a la figura que tenía al lado.-