Devilry [PRIV]

por **Mitsu** Sáb Ago 03, 2013 11:28 pm

Aburrido. Estaba muy aburrido, aún era algo temprano para que el club empezara a prestar sus servicios, por lo que de momento no tenía mucho qué hacer. Me encontraba en mi habitación, acostado sobre la cama leyendo un libro, aunque realmente no estaba poniendo atención a la lectura, más bien me perdía echando vistazos a través de los cristales de la ventana. Por un lado sentía la necesidad de hacer algo más que estar ahí recostado, fingiendo que leía, y por otro, no tenía muchas ganas de dejar la comodidad de mi habitación. Unos instantes más de tratar de concentrarme en el libro bastaron para que finalmente terminara por rendirme, dejé la lectura de lado, deposité el libro sobre una de las mesitas de noche y me puse a girar sobre la cama, mientras en mi cabeza trataba de encontrar la respuesta a la típica pregunta de “¿qué debería hacer?”.

Pensar en las opciones de lugares cercanos a los que podía ir, mascotas a las que podía buscar, y demás, fueron suficiente distracción para que hiciera un mal cálculo, y diera una vuelta de más, razón por la cual terminé en el suelo, de boca contra este y con un notable puchero en el rostro; de milagro había alcanzado a meter las manos. Solté un prolongado suspiro antes de irme incorporando poco a poco, acomodándome sentado en el suelo, justo entre mis pies.

—Suficiente —dije para mí mismo, completamente decidido a acabar con tal situación de aburrimiento extremo. Me giré para colocarme a gatas sobre el suelo, haciendo un pequeño ademan de indignación con la cabeza, dirigido claro a aquel mueble que según yo me había tirado, y así, me fui gateando hasta la puerta, continuando por los pasillos del lugar. No escuchaba ruido alguno para ser un lugar que albergaba muchas mascotas, y en vista de que no tenía nada qué hacer, buscar “animalitos” ya no me parecía tan mala idea. Entré al estudio porque era la habitación que más me gustaba, tenía un mueble raro, que parecía un pequeño refugio; bueno para mí hasta el espacio debajo de mi cama me parecía un refugio, el punto era que me gustaba mucho, daba la sensación de protegerte de cualquier cosa, aunque de nuevo, esto solo desde mi punto de vista.

Vagué por el lugar un ratito antes de acercarme a aquel mueble; esto sin dejar mi posición a gatas, y al asomarme al interior de aquella especie de sofá-cama, me encontré con uno de los mininos del lugar, el cual parecía estar profundamente dormido, su cabeza reposaba sobre unos cojines en la esquina derecha del fondo, y alcanzaba a ver su cuerpo cruzando casi diagonalmente esa especie de colchón, dada la posición del minino, alcanzaba a ver la colita que sobresalía de debajo de su cuerpo, y continuaba tendida en dirección a mí, hasta llegar a colgar un poco de la orilla del marco de madera.

Permanecí sentado varios minutos, simplemente observando la cara de aquella persona, sus cabellos negros y lacios, sus ojitos cerrados, las bonitas orejas que sobresalían de entre sus mechones, la expresión tan tranquila en su rostro… Bueno mi intención no era molestar, pero así; dormido, no podía jugar con él… aunque luego me pregunté “¿Por qué no?”, yo podía entretenerme con ciertas partes suavecitas de su cuerpo y si se despertaba, pues jugaríamos juntos.

Aquello me pareció una idea magnifica, sonreí infantilmente antes de acercar una de mis mejillas a la cola del minino, frotando suavemente mi piel contra aquel suave pelaje, en respuesta al agradable contacto, mi colita empezó a moverse rápida de un lado a otro, algo que no era del todo bueno, pues alcanzaba a golpear una pequeña mesa de madera y hacía ruido, aunque yo estaba más al pendiente de aquella cola obscura que de cualquier otra cosa, un pequeño movimiento de parte de esta última, despertó aún más mi instinto animal, por lo que estiré mi cuello y atrapé la cola ajena entre mis dientes, procurando no morder demasiado fuerte, pues mi intención no era hacerle daño al contrario, y una vez que estuvo entre mis dientes aquella parte del cuerpo ajeno, empecé a jalar de aquella cola como si fuera mía, negándome rotundamente a soltarla.