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Mensaje por Darvish Kenji Vie Jul 12, 2013 4:40 am

''¿Alguna vez te has perdido a tal punto de no ser capaz de volver a encontrarte a ti mismo?. Has cambiado... : ¿Será por eso que no puedo?''
Allí estaba una vez más con la cabeza convertida en un verdadero lío; llegando a un punto tal que siquiera y estaba siendo eficiente en su trabajo... el único que tenía y al que como pocos podía aspirar con esas orejas y cola pegadas a su cuerpo.
¿Dónde se había quedado esa dispersa personalidad suya?; esa a la que cualquier juego lograba entusiasmarle, toda proposición le era fácilmente negociada y en donde no había un límite a esa imaginación suya llena de ocurrencias para divertirse, ya sea con los clientes que le solicitaban o con sus mismos pares. Realmente... ¿a dónde se había ido todo eso?, ¿desde cuándo él...?.

El día avanzaba con una lentitud bastante pecaminosa a su gusto desde el momento en el que había preferido encerrarse en su habitación tras enseñar esa mañana una faceta totalmente inédita en él a todo el mundo. Su repentino cambio paracía venir arrastrándose desde hacía un mes al menos, pero claro, en aquel entonces todo parecía tal cual como antes... algo tan sutil que ni él mismo habría alcanzado a notar de no ser por esa súbita incomodidad al acercarse a los clientes; esa repulsión a siquiera imaginar un contacto innecesario con alguno y ni pensarlo si es que llegaba a escucharlo directamente de los labios de los interesados: la sangre podía sentirla hervir y sólo era necesario ese pequeño impulso para desatar su frialdad; su mirada se iría de ese repugnante rostro a otro punto, siendo allí, en ese momento en donde se dejaría escuchar su decidida negativa bajo esa escueta mueca que apenas y podía sostener aquella sonrisa que siempre estaba allí todavía para esos momentos de notoria molestia. No había que darle demasiadas vueltas al asunto como para saber que esa era la razón de la baja de clientes que venían por él, así como de la ausencia de sus usuarios 'favoritos', sin embargo, muy a pesar de su notorio mal humor... aquel hombre de negros cabellos e imponente semblante parecía no enterarse, o... ¿tal vez era porque él no le había mostrado nada de eso?.

Le molestaba e incluso caía en la incomodidad cada vez que esas manos le tomaban sin su previo consentimiento, aventurándose por zonas que conseguían desatar el calor por todo su cuerpo. Luchaba contra esos imprudentes labios que, sin siquiera dudarlo, le arrebataban el aliento cada vez que podían. Podría maldecirle miles de veces, alejarlo de sí, mostrar sin rodeos su lado fiero o al menos intentar golpearlo pero, a través de esos atrevidos encuentros entre ambos, casi podía estar seguro que nunca podría esconder esa extraña docilidad que su cuerpo adoptaba, sin mero consentimiento propio, a cada orden suya.
Comenzaba a aborrecerlo a él también como a todos los clientes, más a él sobre todo... Ese hombre era todavía más peligroso al ser capaz de teñirle las mejillas de carmín con un simple cumplido; con el más espontáneo ''Buen trabajo, Kenji''... ''Idiota''.

¿A dónde es que miras cada vez que estás a punto de rechazar a un cliente?; sabes que tiene otros trabajos que atender... no esperes que esté para reclamarte y sacarte de allí frente a otros clientes con la excusa de ser suyo, ¿por qué haría eso?.
Poco a poco esos pequeños detalles comenzaban a hacerse notorios a través de su mala cara; un semblante fuera de su imagen jovial de todos los días y que, a través del paso de estos, parecía querer convertir en víctima a todo el mundo con su desgano:
- Kenji-san... ¿Has visto a Naru-sama por aquí?, necesito hablar algo importante con él... -. Su semblante cambiaba nuevamente ante el sólo hecho de escucharlo de otros labios.
- No lo sé, no me preguntes a mi, mocoso... -. Vaya adolescente en el que se estaba convirtiendo. ''Estas cosas no deben ser permitidas a mi edad, ¿cierto?''. - Yo... lo siento - una pequeña sonrisa cruzó por su rostro cuando ya se disponía a marcharse para evitar otra estupidez impulsiva de su parte.

''Ya piensas en él con sólo escuchar su nombre, ¿huh?. Te molesta pensar en la posibilidad de ser el único que siente el corazón latir a cada mirada, después de todo, el servicio que le entregas al jefe no es muy distinto al que le darías a un cliente cualquiera; ¿qué detiene a esa sinceridad que tanto te caracteriza a decirle que para ti empieza a ser algo más?''.
- ... miedo, ¿no es así?- suspiró con pesadez ya en la confidencia de las cuatro paredes de su habitación. Efectivamente, el tiempo había pasado lento aún cuando se había entregado a analizar de lleno sus pensamientos, su confusión misma, dando ya por aceptado la causa de su amargura; ¿por qué podrías tener miedo a ser rechazado?.

Se estiró un poco una vez salió al fin de la cama, guardando cierta decepción de sí ante la torpeza de acostarse con la ropa aún puesta siendo que era la misma que ocupaba para trabajar y ahora con todas esas arrugas, quedaba simplemente impresentable. ''¿Siquiera debería trabajar hoy?''.
Se deshizo de las prendas para entrar a la ducha, dejando vagar esa idea en su mente por un rato más mientras estaba bajo el chorro de agua caliente. ''No... no debería, ¿cierto?''.
Amarró una toalla a su cintura una vez que salió del agua ya dándose la razón en silencio y, optando por tomar una camiseta, una chaqueta oscura a juego con sus pantalones, una bufanda para disimular su rostro y un gorro para esconder sus orejas, se dispuso a salir, o mejor dicho; a huir. ''Viene siendo hora de volver a la normalidad; no sigas viéndote todavía más patético...''.

Era un verdadero problema el salir sin permiso, más cuando las horas de trabajo amenazaban con venirse encima en conjunto con los usuarios nocturnos (que eran mucho más numerosos que los de la mañana o tarde), pero él suponía tener una razón de peso para hacerlo; espantaría a los clientes si sólo se paraba allí con esa cara larga que traía, acompañada de esa sonrisa que decía por sí sola 'estoy fingiendo, gracias'.
''¿Estoy... realmente seguro de lo que haré ahora mismo?''.
Las dudas volvían a atacar su cabeza una vez pasó por frente de la oficina del pelinegro, tragando saliva antes de atreverse a abrir la puerta una vez se cercioró que no había nadie alrededor observando, dando, para suerte suya, con una habitación totalmente vacía.
Sacó un papel de su bolsillo y tomó una pluma del escritorio ajeno, disponiéndose a escribir en el, apuntando en el mismo una dirección cualquiera en la que únicamente consideró el estar lejos del club para serenarse a sí mismo en el camino, quedando ahí detenido con la pluma en la duda de si debía de dejar una nota extra en la misma:
“Si deseas reprenderme por escaparme; ve allí, de todos modos, tengo algo que decirte.  -Kenji”.
Dejó el papel sobre el mismo escritorio junto con la pluma. Había procurado escribirlo de la manera más 'casual' que le pudo ser posible y, sin embargo,  no podía dejar de pensar que estaba actuando como una chica al salir con tal tipo de cosas. Podría ser ridículo pero, al menos guardaba la certeza que gracias a eso podría ser capaz de darle paz a su conciencia.
''Si tanto le preocupa su negocio y sus mascotas, y claro, aquel que le ha estado sirviendo en las últimas semanas y sin falta; irá... sino, supongo que reconsideraré el dejar de ser tan idiota e ingenuo''.

No se había molestado en dejar siquiera una hora en la nota para evitar el caer en una vergüenza total por lo cliché que podría leerse algo como eso; estaba dejando a cambio la hora a la vida prácticamente, estableciendo mentalmente el tope de espera como el final del día, proponiéndose a sí mismo que pasado eso simplemente se iría a otro lado a beber para no haberlo hecho todo en vano: si realmente pretendía reprenderle cuando le viera de vuelta... que fuese por algo justificable.

Miró el reloj de su muñeca mientras continuaba  caminando; le estaba marcando las seis de la tarde casi en punto. Probablemente dentro de su orientación temporal, había pasado sólo una hora y media desde que había logrado escabullirse por entre el público para abandonar con éxito inesperado el club sin sospecha alguna (lo que él prefería pensar al no notar llamada alguna o mensaje en su celular); habrán de asumir que se encontraba aún 'enfermo' en su habitación como una idea colectiva que había provocado su cambio anímico.
- Es mejor así... - murmuró para sí mientras bajaba un poco su bufanda ya frente a la poca necesidad de esconderse entre ese mar de gente desconocida que poco debía de saber de dónde vendría un individuo como él, más cuando no podían verle ni las orejas ni la cola.
Unas horas más cedió en el paso: 20:35 PM, como su reloj de muñeca indicaba, tiempo el que el atardecer se comenzaba a hacer notar y también en el que, por su parte, ya se encontraba al este de la cuidad tal cual había escrito en su nota de fugitivo, estando sólo a pasos de la calle que además había apuntado.
Sus fanales recorrían los alrededores con algo de sorpresa al notar tanto gentío; algo bastante natural si pensaba en que el fin de semana estaba pronto a llegar. Sus pensamientos le hicieron detenerse en aquel momento en donde su cordura empezaba a advertirle de que sería un total adefesio y en público. Bisbiseó un improperio antes de avanzar un poco más allá ese esa calle en búsqueda de alguna solución a ese detalle del que no había caído antes. ''Sólo mira lo que intentabas hacer y frente a tantas personas... que idiota''; sus regaños a sí mismo continuaban por causa de ese poco cálculo en todo su absurdo plan. Inevitable.

- ¿Soy capaz de hacer algo aún más ridículo?... sí, si que soy capaz... - Conversaba solo una vez más, con ese 'yo' que ciertamente estaba ansioso, retrocediendo y reconsiderando pero que, sin embargo, avanzaba hacia esa zona que parecía completamente vacía en comparación al ambiente agitado que se vivía a sus espaldas. Era obvio; atrás suyo estaban establecidas todo tipo de tiendas dignas de un lugar bastante centralizado y concurrido de Japón, y, en cambio, él estaba entrando a... la Iglesia. - Se burlará de lo tonto que pareceré... lo hará -. Un ligero sonrojo le subió a las mejillas de la mera vergüenza y, abriendo la puerta luego de avizorar en la periferia de que nadie hubiese tanto adentro como afuera, entró en silencio y entrecerró la puerta a sus espaldas.
No se reconocía como un creyente ni nada parecido pero, de cualquier forma, guardaba cierto respeto para quienes que sí lo eran y en parte también a esa figura que se encontraba en lo alto con el rostro afligido y al que los iconódulos más empedernidos le rendían pleitecía y compasión.
Avanzaba por entre las bancas por simple inclinación a la inquietud a un punto en el que su cola alzaba podía notarse por debajo de su chaqueta. Un techo alto, ventanales con detalles góticos repetidos en cada pared del recinto, una pequeña cúpula se alzaba por sobre la mesa en donde se recreaban las eucaristías ya más al fondo, rodeada por dorados faroles que hacían de ello un ambiente claro y hasta cierto punto puro, de no ser (basándose en su propio gusto) por el estilo recargado barroquiano de cada candelabro, farol, e incluso de las copas y los manteles que lo adornaban con sus tonos dorados e ilustraciones angelicales. Era sin dudas un lugar inmenso y que probablemente no dejaba de dar la misma apariencia hasta cuando se llenaba de tope a tope en los días de misa; creía que allí estaba la razón de sentirlo un lugar tan frío en comparación con la temperatura que había afuera. - ¿Dónde habrá ido ahora la calidez de nuestro Señor? -, murmuró con cierto tono de ironía una vez se detuvo frente a la cúpula, entreteniéndose únicamente con apreciar los detalles y ornamentos de esa estatua crucificada que luchaba por imponerse por sobre todo indicio de opulencia: un verdadero choque visual.
La cuenta regresiva comenzaba allí.-
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Mensaje por Naru Vie Jul 26, 2013 8:26 pm

Al punto de las ocho de la mañana, el reloj de su cómoda ya estaba sonando con esa infernal campana que lo obligaba a abrir los ojos; un claro gesto de inconformidad invadió su rostro y casi de un manotazo hizo callar aquel estresante sonido. Tendría un día algo ocupado y a pesar de saberlo desde un día antes, aun así se la había pasado vagando por el club toda la noche anterior; pero aquello no había sido con la intención de embragarse o pasar el rato, de hecho, era con el fin de encontrar a cierto felino escurridizo a quien ya tenía un tiempo sin ver y precisamente esa noche —a pesar de que estuvo rondando de lado a lado del lugar en busca de ubicarle— no le había visto por ningún sitio. Había decidido esperar, paciente, muy a su manera, pero cuando la idea de que estaría seguramente dando atenciones a alguno de los clientes abordó su cabeza, botó su trago en cualquier mesa y se fue a encerrar a su oficina hasta que se diera la hora de cerrar.

Se sentó al filo del lecho y con las remembranzas de la noche anterior, chasqueó la lengua con fastidio y se levantó para tomar una ducha. Se tomó un buen rato, tanto para bañarse como para vestirse y cuando salió de su residencia el reloj ya marcaba casi las once de la mañana.

De momento no tenía que pararse en el club, pero cuando lo hiciera, estaba dispuesto a sacar a aquel felino de su habitación a arrastras si era necesario por haberse perdido toda la noche anterior de su vista. Su primera visita fue a una de las dos chicas que ocupaban los rangos altos de su organización; odiaba esa clase de reuniones, pero con Natsuka fuera de la ciudad y haciéndose el vago, poca oportunidad tenía de escabullirse de estas y bueno, no era como que tuviera algo mejor que hacer, después de todo, hacía semanas que ir a buscar a alguna de las mascotas del club para entretenerse había dejado de ser uno de sus pasatiempos, ya que, al final, siempre terminaba eligiendo a aquel felino castaño que se le había fugado de la vista desde hacía días. Le había convertido en su predilecto, pero dada su propia personalidad, eso no significaba una exclusividad absoluta de parte de ninguno, y sin embargo, ahí estaba  en cada oportunidad, eligiéndole a él como si fuera la única mascota del lugar. Y bueno, aunque él no lo admitiera abiertamente, de un tiempo para acá, a sus ojos…, así lo era.

La reunión con aquella mujer le había quitado casi toda la tarde y para cuando salió del edificio del que ella se ocupaba, un reloj, que coronaba un poste cercano, le indicó que eran las cinco y cuarto. Suspiró pesadamente, era algo tarde ya y aun le quedaban tres visitas más por hacer y la siguiente era una pequeña reunión con algunos de sus allegados; no era muy importante pero a su ver si no estaba ahí para solucionar las cosas, la incompetencia de los demás no iba a hacerlo; ni hablar, abordó su coche de nuevo y emprendió marcha al centro de la ciudad donde se suponía era la reunión.

Justo las ocho de la noche; esa era la hora que marcaba el reloj digital del tablero de su auto y estaba de sobra mencionar que estaba fastidiado de todo, no iría a las siguientes reuniones, al carajo con ellas, su paciencia no daba para más y tenía una inquietud odiosa de volver al club antes de que se hiciera más tarde.

Al final, llegó al lugar cerca de las nueve de la noche y lo primero que hizo fue preguntar por el minino en cuestión; nadie le había visto y alguna que otra mascota aseguraba que estaría aun en su habitación. El pelinegro ordenó que alguien le llamase y lo mandara directamente a su oficina, lugar a donde se dirigió enseguida de dar aquel mandato.  Subió las escaleras, atravesó la sala de estar y se adentró a su oficina aprisa; sacó una botella de whisky de un mueble cercano, un pequeño vaso y se dispuso a beber un trago mientras esperaba; su paso tranquilo le llevó a sentarse tras su escritorio y justo cuando se hubo acomodado, divisó con la mirada aquella nota que leyó al menos dos veces antes de digerir lo que informaba la misma. El trago de whisky le calentó la garganta y aquella nota se había encargado de calentarle la cabeza.

Azotó el vaso, una vez vacío, sobre su escritorio y se levantó de golpe tras chasquear la lengua y maldecir un par de veces que el castaño no haya informado siquiera de una hora.

—Joder… —fue lo único que se le escapó de los labios y tomó aquella nota de su escritorio entre su puño, echándola enseguida en el bolsillo de su chaqueta para emprender marcha a la dirección que ahí venía anotada.

El sitio realmente no estaba muy lejos, pero meditaba —mientras atravesaba el club, empujando a todo aquel que se metiera en su camino— que al menos le tomaría quince minutos llegar ahí; abordó su auto de nuevo y aceleró todo lo que el tráfico de la hora le permitía y al final, le llevó veinte minutos llegar al lugar. Se estacionó a mitad de aquella manzana que, para su sorpresa, era abarcada por una edificación religiosa que en su vida se había percatado que existía; bajó del auto y golpeó la puerta para cerrar este, dando entonces pie a su siguiente camino dentro de aquel lugar.

Ya ni se molestó en checar la hora, quien sabe cuánto tiempo era el que había estado el castaño esperándole, eso claro si es que aún le esperaba, y de no ser así, retomaría aquella idea de llevarle a rastras para su oficina y reprenderle. Empujó las enormes puertas de aquella iglesia sin cuidar si hacía mucho ruido o no  y de la misma manera abrupta, emprendió el paso dentro del lugar, mientras deslizaba la mirada, curioseando el lugar y en busca de la figura del minino y fue ahí delante de aquel enorme crucifijo. Sus ojos se entornaron hacia él y con las manos en los bolsillos de la chaqueta, comenzó a avanzar hacia él.

—Vaya atrevimiento el tuyo… mira que entrar a mi oficina sin permiso y citarme aquí sin previo aviso… —dijo lo suficientemente alto para que el castaño le atendiera y antes de llegar al sitio donde él estaba, se dejó caer sobre una banca cercana, cruzó sus piernas y estiró sus brazos recargándolos luego sobre el respaldo de aquel mueble—. Y además, venirte a esconder aquí. —Echó su cabeza hacia atrás, pegando su nuca al filo del respaldo y sus ojos se cerraron lentamente, dejando que sus labios soltaran su siguiente oración en un susurro—: Mira que pensé que estarías demasiado ocupado atendiendo a alguien más como para aparecerte ante mí…

Chasqueó la lengua. Pero qué demonios era lo que estaba diciendo… ¿le reclamaba? ¿Por qué? ¿No había sido él mismo quien impuso que, a pesar de tenerle como favorito, no implicaba una exclusividad? ¿Entones para qué mencionar aquello?
Resopló y ladeó su rostro hacia la dirección contraria de donde se suponía estaba el castaño; dejó que el silencio de aquel sitio fuera y viniera entre ellos durante un instante, antes de, en hosco murmullo, preguntar:

—¿Y? ¿Por qué la cita en este lugar? —Abrió los ojos encontrándose con todas esas figuras y vitrales que orlaban aquel lugar y tras un momento, deslizó la mirada lentamente, para observar al felino de soslayo.
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Mensaje por Darvish Kenji Dom Jul 28, 2013 2:32 am

A medida que pasaba el tiempo iba desistiendo de la extraña y antojadiza manía de revisar su reloj cada 20 segundos en los que su fingida apreciación a las angelicales esculturas y a los vitrales con los que ilustraban la típica historia del Señor parecía quebrarse. Su idea de olvidar la existencia de ese maldito reloj parecía mucho más sana para su psique, mas sus dedos no olvidaban ni desistían de ese nerviosismo entremezclado amargamente con temor, buscando bajo un tic tembloroso el alivio, descargándose en un juego constante con el borde de su bufanda en el que pasaba además a tocar sus propios labios; un recordatorio mudo para desistir de continuar mordiéndolos. Vaya tragedia la que continuaba viviendo.

Cerró sus ojos con suavidad mientras se llamaba a sí mismo a inhalar y a exhalar para al menos conseguir algo de compostura aún cuando esta fuese sólo exterior. Llevó una de sus manos a la bufanda para desenrollarla  de su cuello y así doblarla para dejarla sobre una de esas bancas de madera, coronando esa montaña de tela con el gorro que le cubría; algo en definitiva que no le servía cuando se estaba encerrado en ese lugar aparentemente abierto únicamente para los siervos que desearan amparo.

Pasó una de sus manos por sus parduscos cabellos y, para cuando ya comenzaba a creer que el relajo por fin había llegado a su cuerpo, un golpe le hizo saltar, volteándose con algo de violencia para recibir al recién llegado con esa mueca azorada que había adoptado de un segundo a otro. Como deseó volver a tener la bufanda puesta para esconderse en ella una vez que esos ojos le apuntaron con reproche. Retrocedió con diplomacia a su acercamiento, yendo por imitar esa segura postura con la que había entrado el otro (una seguridad que estaba más cercana a la impotencia dentro del mal humor que pudo ver emanar alrededor de su figura).

Claramente, no podía tener más suerte que pescarlo con tal talante encima: ¿sería siquiera capaz de sacar la voz?. Llamó a ese lado tan frío como el de el pelinegro; un llamado que sin duda se escuchaba con desesperación en su mente.

Bajó su cabeza casi como pidiendo disculpas en silencio por todo lo que le recriminaba, optando por cederle la palabra en la amonestación; era cierto, había sido imprudente y por eso ya ni le sorprendía que además se hubiese ofendido por su ausencia.
Esperó un poco más por simplemente estar del todo seguro que no le diría nada más antes de él mismo comenzar a responder como debía. Su mirada se alzó finalmente para cuando escuchó su pregunta con ese tono que sin duda le arrebataba su firmeza, o al menos la que había podido obtener en su 'llamado'.  

Carraspeó ligeramente dentro de la incomodidad de producir un eco en ese enorme lugar y luego de eso, volvió a tomarse un momento, repitiendo el silencio que anteriormente se había formado.
- Es... un lugar que está algo lejos del club y, al que se me hacía simple llegar a pie - Inició con algo de duda para ya a medio camino tomar más voz en su respuesta. -  Pero el de terminar en este lugar en específico no ha sido cosa mía; simple albur que vino para cuando note la cantidad de gente que había afuera - movió sus manos mientras hablaba, representando con ligeros manotazos al aire a lo que se refería - ... muy poca privacidad para una conversación. - Afirmó aún desde su posición, reacio a avanzar. ''Será mejor quedarse a distancia un poco más''.      

Suspiró con pesadez, como acto que sin duda había repetido innumerables veces en un sólo día, cabeceando acerca de cual sería el mejor comienzo a todo aquello que figuraba en su mente. - ... No quería estar en el club, y sigo sin quererlo -murmuró ya decidiéndose por esconder sus manos en sus bolsillos para evitar payasadas con ellas mientras hablaba. El momento serio venía - Razones propias que... supongo, me esmeraré por explicar correctamente. - Cabeceó durante un segundo más antes de retomar el tema.
- Si es que aún no ha recibido quejas por mi comportamiento, le pido disculpas desde ahora, en parte por haber callado y por causar problemas, -bajó la mirada sutilmente- aparte de disculpas obvias por esto. Busco dar una justificación, sin embargo, lo siento también por ir tan lento -musitó con algo más de determinismo esta vez, atreviéndose hasta a mirarle ahora.

- He estado siendo bastante obediente para lo que sea toda orden tuya por estas últimas semanas, que ya figuran como meses. He acatado todo, quizás con alguna queja de por medio en una que otra ocasión, pero... he respondido y dado lo mejor a tus caprichos, como corresponde, ¿no es así? -entrecerró sus ojos- Tal como lo haría cualquiera de mis pares con su cliente: un buen servicio, pero en mi caso; yo estoy comenzado a fallar en ese 'código'. No quiero trabajar y es por eso que solicito por una baja en mi puesto para desempeñar otro tipo de trabajos dentro del club; deseo dejar de estar en la vitrina de adquisiciones.
Es cierto; estoy fallando también en una de sus órdenes... Sólo soy un favorito y sin embargo, experimento placer en esa simple idea...
-Bajó sus orejas con cierta vergüenza por lo que acababa de evidenciar, temiendo ahora el siquiera encontrarse con su mirada; un temor que más que apuntar a la posible mueca que podría estar poniendo mientras le escuchaba, iba a por el hecho de que simplemente se estaba proponiendo a sí mismo sacar esa sinceridad que tanto le caracterizaba. Se empezaba a apenar aún dentro de lo que era su postura (o careta, mejor dicho) firme .

- Me asustas, y no es necesariamente por esa cortante forma que tienes para hablarme a veces o por ese lado sádico que me muestras cada vez que hallas oportunidad. Me asustas por el simple hecho de no poder concebir hasta qué punto es que logras llevarte algo de mi. ¿No te ha ocurrido nunca?; ese extraño sentimiento de quedar vacío de ti mismo como... una ilusión que acarrea, a cambio, el estar lleno de el otro y tan sensible... que eres capaz de captar su aroma aún impregnado en tu propia ropa -Apenas una sonrisa fue capaz de doblar una de sus comisuras. Una mueca que lejos de parecer una sonrisa como tal, tenía más apariencia de un suave tic momentáneo. Su monólogo le parecía demasiado femenino como para venir de alguien como él. Nuevamente huyó de su mirada e intentó hacer oídos sordos a cualquier sonido proveniente de aquel que tenía en frente: casi podía jurar que se quebraría ante la más mínima risa ajena.
- Puede que todo esto sea una jugarreta de un nuevo lado masoquista antes desconocido para mi, pero... sin duda me estoy haciendo cargo de mis palabras al decir que de ser así, todo se limitaría a un simple deseo de que continúes haciendo conmigo lo que quieras puesto que le he tomado el gusto, pero... -Le miró de reojo mientras mordisqueaba su labio inferior intentando apaciguar ese calor que le subía al rostro - Pero, en cambio, logra herirme... el estar entre clientes aún con el pesar de que no soy mirado más que como una mascota, fuera del sentimiento de que el 'profesionalismo' en este trabajo lo he tirado lejos.-

Se tomó un breve respiro antes de continuar entre que instalaba su mirada en un punto imaginario en el suelo de baldosas.- ... Me gustas, Naru-san -dio respuesta inmediata al fenómeno que había presentado ya dando por sentado que el rubor se le notaría a esas alturas, más cuando había agregado un formalismo que desde hacía bastante había dejado de ocupar entre su rebeldía para con el otro.- y aunque nunca haya dicho; disfruto siendo tu mascota, atenderte y en especial, verte... -admitió en un susurro.- Has logrado llenarme de ti en estas últimas semanas, tanto que ya no me sorprendería que ese 'me gustas' haya calado más profundo de lo que esas dos palabras expresan. -Pudo notar como un nudo se formó en su garganta; le era bueno el silencio que el otro le prestaba... pero, también comenzaba a ser un arma de doble filo. Llevó una mano a su nuca removiendo en ello sus cabellos para serenarse otra vez, alcanzando hasta a adoptar una expresión seria dentro de lo que era la tensión de su propio cuerpo.
- No... te estoy culpando de nada ni tampoco estoy esperando que tomes responsabilidad alguna -''Mentira... estás ilusionado''- Sólo quiero que entiendas que por esta razón ya no deseo exponerme más ante los clientes. No puedo por... esta 'falla'. - ''No, no lo considero error en absoluto realmente...''.

El silencio no se hizo esperar una vez culminó sus palabras con una pausa que se extendió más de lo esperado al no haber respuesta alguna por parte de los dos. Deseaba poder enterrar su rostro en el cuello ajeno como si nada hubiese ocurrido pero, claro, ahora lo que más podía añorar era el escapar otra vez.
La idea del rechazo volvía a dañar su seguridad, era claro, pero no había forma de ir atrás con lo que en sus palabras había dejado expresado y claro; habría que llevar un poco más allá su masoquismo simplemente... era obvio que el evitar verlo en el Club era simplemente imposible, por ello había preferido guardarse para sí por un poco más aquella frase, esa que le acuchillaría de regreso de no ser la respuesta ajena positiva.

Ahora esperaba y hasta, se aventuraba a posar sus fanales en los suyos, sosteniendo su mirada con vaga convicción, creyendo casi estar en un juicio con miradas en cada rincón apuntándole. Sonrió con algo de diversión, irónico de lo problemático que parecía ser para él el haber caído por tal personaje.-
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